domingo, 25 de mayo de 2008

Nubes dispersas

Capítulo 1. Coincidencias

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que la vio, casi un año; un interminable año desde que sus ojos se cruzaron, que su boca alzara un canto en forma de saludo, y sentir su olor...un eco en su mente le recordaba todo sin parar, su cuerpo se estremeció.

Como si de un sueño se tratara, cerró los ojos intentando apartar de su cabeza tales imágenes, seria peligroso si alguien se enteraba...no deseaba tener que discutir ni disculparse.
Vio como sus compañeros la miraban y se reían...se burlaban de sus sentimientos, tal y como ella había hecho..., en su cabeza se concentraron las palabras, los gestos..sus andares. Pensó que se volvía loca.

Quiso gritar con toda la fuerza que guardaba en sus pulmones, una rabia inextinta que le resbala por la garganta y le llegaba al corazón y al estómago, sintió nauseas...¿Porque estaba ocurriendo aquello?

Decidió salir de allí lo más rápido posible, como una lanza cruzó la puerta de su cuarto, se atavió con una camiseta blanca bastante sucia y los primeros pantalones que encontró, ni se fijo en los calcetines, ni en las zapatillas rotas...Igual que había entrado salió, dejando atónitos a Seth y Sue que charlaban en el salón.

- A donde vas? - oyó justo cuando cruzaba el umbral de la puerta. Leah no contestó, arroyó sin temor las macetas de la entrada y se dirigió hacia su moto. Evitando toda precaución no quiso ni ponerse el casco, necesitaba huir cuanto antes.

"Maldita seas...Maldita seas..." pensó.

Cuando ya estaba lo suficientemente lejos para creer que se podía detener, estaba metida hasta el cuello en un aprieto. Su mala suerte se acrecentaba por momentos y sus nervios también.
"¡Mil lugares en el mundo, y esa zorra tiene que venir a este!" - se gritó interiormente. Quizá intentaba paliar su dolor insultándola, aunque no sabia si eso le haría más daño o más fuerte. Sin embargo, su testarudez le ordenó que se bajara de la moto, que se acicalara como un gatito mimoso y se dirigiera hacia la misma tienda que Rosalie Hale.

Una librería es el lugar perfecto para entablar una conversación, ¿Cual es tu libro favorito? ¿Que estas leyendo ahora? ¿Te gusto? ... "Oh si...perfecto"
La siguió con la mirada entre las estanterías, en parte queriéndose ocultar y queriendo dejarse llevar por la emoción interior que estaba sintiendo.
Una sonrisa se dibujó en su cara, casi plastificada por el horror y por la dicha; un empleado de la tienda se acercó pero ella le esquivó como una serpiente; pasado el primer obstáculo, tenía que llegar al segundo: Dar la cara.

- Vaya rubia, no sabia que las sanguijuelas supieran leer. - Rosalie la observó por encima de sus pestañas sin soltar el libro abierto que sostenía en sus pétreas manos. - Vaya que aplicada, Alicia en el país de las maravillas...

- Eres una maleducada, ¿Lo sabias?

- ¡Ja! - sonrió con maldad - Hablemos de educación...

- No necesito hablar contigo - Leah pestañeó algo confusa, sacudió la cabeza y se colocó entre ella y la estantería. - Estoy segura de que si quieres.

- Que no necesite hablar no quiere decir que no pueda gritar - Rosalie no se extrañó lo más mínimo de ese comportamiento, no se inmutó, ni tampoco quiso sentir nada, sin embargo su primera reacción fue de distanciamiento, un flash back le sinceró lo que podría ocurrir...se acordó de Royce: giró la cabeza evitando esos negros ojos tan profundos que casi llegaban a hacer daño, aún sostenía el libro, y aunque no pretendía usarlo, estaba segura de que Leah lo preveía. Sus palabras salieron algo torpes
- Emmett está...

- No me importa donde esté tu novio, rubia... Quiero hablar contigo.

- Si dejas de aprisionarme contra los libros te lo agradecería, aunque a ti no te lo parezca, quizá Emmett pueda pensar que tu actitud, aunque inesperada, es producto de...

- Para, para... no entiendo nada de lo que dices - Leah comenzaba a impacientarse, nadie le alteraba más que ella, más que su recuerdo o la distancia entre sus cuerpos. Más que Sam y Emily...NADA. - Habla en cristiano, rubia - dijo con un ligero tono de desesperación.

- Primero, deja de llamarme rubia, ¿Te gustaría que te llamara a ti...morena?

- Vale, rubia... - Rosalie suspiró dándose por vencida. Leah rió divertida - ¿Y segundo?

- Segundo, aléjate de mi lo mínimo catorce kilómetros, espero que eso si puedas entenderlo. - Apartó una de las manos que Leah apoyaba contra ella y se alejó unos metros. No estaba dispuesta a juntarse con ese tipo de personas.

Los ojos de Leah ardieron llenos de rabia, haciéndose la fuerte apretó los puños intentando controlarse y poder comportarse como una persona normal.
"Aquí no joder..."
Respiró como pudo sintiendo su corazón a mil por hora, sentía una ligera fiebre en su columna vertebral, quería odiarla con todas sus fuerzas. Quiso insistir, una vez más.

- Rubia para...espera... - Rosalie cansada le lanzó una mirada de esas que matan, por si todavía la pequeña Clearwater no entendía el mensaje - Joder...perdón...esto…Rosalie. - Su voz salió suave, como una caricia, ni ella misma se lo creyó. Eso sorprendió bastante a su contrincante, quien la miraba con expectación como si esperara que en ese momento cayera de rodillas con un ramo de flores y un anillo de compromiso. La vampira sonrió curvando sus labios enigmáticamente y Leah se acercó, como si fuera a comprobar que esa sonrisa era para ella.

De pronto una mano grande se posó en su hombro apartándola con apenas un movimiento. Ella se giró con algo de vergüenza, pero con descaro olvidando su pretendido ascenso a las alturas de los labios de su diosa Hale.
- Ah...vale, lo he cogido, rubia

- Es una lástima, perrita, que esta rubia sea mía... - Emmett se colocó delante de Rosalie, como si quisiese protegerla con su cuerpo, lo suyo era una amplia sonrisa de triunfo, cruzó los brazos y se mantuvo quieto mirándole a los ojos.

- ¿Que me has llamado rata de alcantarilla? - Saltó Leah casi a voz en grito. Todos los que se encontraban en la tienda dieron un respingo asustados, se giraron hacia ellos, viendo como la joven Clearwater perdía los papeles.

- Vamos niña, vete a casa... ¿No querrás transformarte delante de todos, no? - Contestó él irónico a la vez que le daba la espalda.
Leah se moría por hacerlo, por despedazarle con ganas y llena de furia. ¿Perrita? No sabía con quien se estaba metiendo, desde luego que no.

- ¿Que pasa, tienes miedo? - Emmett volvió a darse la vuelta y se detuvo justo delante de ella, por lo menos había como 20 centímetros de diferencia, cualquiera creería que seria capaz de darle un bofetón y romper a la chica en dos. Pero entre ellos sabían que necesitaban algo más que un puñetazo para tumbarse.

- Dime día y hora.

- Oh por favor! Emmett, no seas crío - Rosalie salió en su defensa separándoles con las manos, intentando sobretodo no tocarla a ella. Con el alboroto, el dueño de la tienda apareció a su lado balbuceando algo asi como que solucionaran sus problemas fuera de allí. Rosalie le sonrió como ella sabia entregándole el libro que ya no tenia ganas ni de tocar - Vámonos de aquí - le ordenó a Emmett.
Él la cogió de la cintura y giró la cabeza para mirar a Leah, sonrió despiadamente mientras le hacía un gesto obsceno con la mano.

"Cabrón con suerte..." pensó. Estaba ensimismada en sus pensamientos al tiempo que una voz le hablaba, no quiso ni oírla, estaba mucho más pendiente de hacia donde iban las manos de aquellos dos, que casi no podía ni observar...Solo de fondo su coche rojo tan llamativo.

- Eh? - dijo algo atontada.

- Que si te encuentras bien - dijo el dependiente - Ese chico podía haberte matado, muchacha, ¿En que pensabas?

- Eh no... Que va...solo estábamos hablando.

- Con esos insultos...vaya...

- Es que somos amigos...si....la confianza da asco - Y tenia toda la razón, daba asco sentir confianza con sus compañeros, que le robaran su más estricta intimidad, sus pensamientos, sus ilusiones y sus sueños...sobretodo que la confundieran como hacían. - Me voy.

Salió de la tienda dejando atónito a todo el personal, se miraron unos a otros alzando los hombros, no comprendiendo ni la mitad de lo que allí ocurría. No se peleaban por una chica, ni siquiera se peleaban. Era la lucha por la supervivencia...Ella tenia que ser suya, cuanto antes, aunque tuviera que matar al grandote.
"Si, eso haré..." Mientras conducía a toda velocidad hacia La Push, se dio cuenta de varias cosas: Todos se enterarían de lo que ocurría y por supuesto los Cullen también; y encima de todo aquello, tenía que ser capaz de hacer algo importante.



Se detuvo frente a la casa y esperó unos instantes por si cambiaba de opinión. No le pareció en absoluto una prioridad, pero debía hacerlo...por lo menos para estar más tranquila. De cualquiera de los modos no podía cruzar la línea, y mucho menos para lo que pretendía hacer...

Finalmente se acercó hasta la puerta y tocó el timbre. En ese momento, los segundos entre la reacción humana y el llegar a abrir le parecieron interminables, tenía muchísima prisa.
Un hombre vestido de uniforme le saludó como era habitual, ella sonrió con displicencia a pesar de que él parecía muy contento de verla.

- Charlie, ¿Está Bella en casa?

martes, 13 de mayo de 2008

Cuando Norit Encontró a Rosalie o Una Historia a través del Espejo

Un triángulo amoroso se define en el diccionario como la relación sexual entre tres personas, de las cuales, al menos una no se ha enterado de la existencia de la primera...y asi sucesivamente a medida que va creciendo la figura geometrica.
Ese dia no necesité ningún diccionario para darme cuenta de que lo que yo pensaba un triángulo, podria haber llegado a ser incluso un octógono.
¿Me mentiria a mi misma solo por orgullo?

Seguramente.

Despues de varios años haciéndolo, la rutina de teorias indescriptible que llevaba, no era ni la mitad de lo que hubiera esperado jamás...Aunque "jamás" precisamente, no era la palabra que utilizaria. Pensar y pensar, no hacia más que darle vueltas. Por que exactamente Ella era quien no esperaba, seguramente no habria manera de neutralizarla, es torpe y llamativa.
No me gusta la gente llamativa, siempre hace surgir el efecto contrario al que yo deseaba. Emmett la escuchaba, no tanto como a mi, pero podía llegar a comprender tres palabras seguidas sin dejar de mirarle a los ojos. Pero yo no. No podia aborrecerla tanto....No podia además darme esa impresión.
Todos parecían quererla, menos yo.

Acaricié si temor el libro que tenia junto a mi, ojee sus paginas, absorví su olor y lo retuve en mi cerebro...Olia a tinta y a imprenta, suave y fuerte al mismo tiempo, sentia en sus letras amor y odio, locura y cordura...la sentí a Ella.

"Alicia en el País de las Marvillas" Leí en su dorso con rapidez. Me encantaba, lo adoraba, era la espuma de mi mar...un objeto importante en toda mi vida: Quiza era un poco Alicia.

No...desde luego que no.
Yo era la Reina de Corazones. ¿Tan despiadada? ¿Tan irracional?

"- Eres una Princesa, tienes Castillo, Carruaje y Principe" - me decía Emmett, - Que más quieres? ¿Quieres ser la protagonista de su vida tambien?

- Si"

Quiero ser la protagonista de su vida, pero nunca de esa manera, y nunca tanto tiempo.
Solo una noche ... Solo una noche y no recordará ni su nombre. Lo único que hará será gritar el mio.

. . .


Ese dia me acerqué hasta su cuarto, la espié en sueños, y sabía que Edward se daría cuenta enseguida, pero nunca me negaria nada de esto; claro esta, a menos de que pusiera en peligro su ... debil... vida, por no buscar un epíteto mejor. No se porqué se me ocurrió tan tremenda idea, solo de recordarla me entra un escalofrio extraño cuando se acerca, cuando la oigo, me pone nerviosa, me alteran sus pasos.
Tampoco se porque toque el cristal de la ventana con mis dedos, ni porque sin querer quise besarlo en silencio. Solo quise respirar de su aire por un instante, un pequeño y microscópico momento.
Con toda la fuerza que me pude dar a mi misma salté dentro y me coloqué junto a ella, escuchando su respiración tan perfecta, que no parecia salir de sus pulmones.
Un torrente de sensaciones cubria su piel, era un bocado especial, un bocado que jamás me llevaria a la boca, y no por ganas, sino por lástima.

En una noche de invierno jamás dejaria la ventana abierta a proposito para que yo viniese a verla, ni sus padres acercarse y saludarme como una familia normal, ni siquiera pretender que ella me considerase como algo más.
Sentí algo de soledad entre mis dedos, incluso en mis rubios cabellos, sentí como se me derretian las ganas cuando de sus labios salió su nombre.


Cerré los ojos y dormí.










. . .













Desde luego que no habia dormido, solo estaba de pie como una idiota incompetente.
Lo que me parecieron horas no habian sido ni 10 segundos.
Suficientes para dejarme borrar imagenes que no debia de mi mente, cosas que de vez en cuando seguían provocando en mi naúseas matutinas. Me recordó a eso que decian de las embarazadas, especificaciones aparte...yo era incapaz de poder estarlo, ¿verdad?

Desistí de todo intento y retorné a mi postura habitual, sin toquetearme las manos y destrozarme la manicura nueva. Me senté a esperarle en el alfeizar mientras escuchaba el viento. Reconocí casi todos los olores de ese barrio, las cenas calientes, la madera, la lluvia, la sangre...Aún asi no conseguia olvidarme. No podia dejar de escuchar sus latidos impacientes, sus golpes de pasión en el pecho, como un tambor retumbaba...sonaba una cascada de dulce sabor en mi boca, un calor interno entre nervios y emoción. Y mientras tanto ... suspirando una manó toco mi pelo.

Sin decir nada torcí la cabeza para darle una oportunidad a mi asaltante. Aunque tampoco podria ser mucha gente...tan tarde y en la ventana de una casa...no era del todo correcto.

- Edward...me has asustado.

- ¿Que extraño, no?

- Ya me iba

- No hace falta, puedes quedarte. Ella no se dará cuenta.

Tenia ganas de decirle "Eso es precisamente lo que no quiero. Necesito que sepa que estoy aqui"


Una sonrisa algo maligna y de madrastra de Blancanieves se posó en mi rostro sin querer. ¿Como...? Me fallé de nuevo, no pude controlarme.

- Siempre me he preguntado que ocurriria si el padre de esta tierna criatura te viese aqui - dije colocando mis manos sobre la ventana

- Sabes lo que ocurriría

- Mmm...creo no estar segura del todo - Me dispuse a gritar con toda la fuerza de mis pulmones, con toda mi rabia, con ese dolor que tenia entre mis venas, en mi cuerpo, en mi carne. Era furia, toda ira. Todo por Él.
De un momento a otro me vi envuelta en un lio, sorprendida por unas manos fuertes que se aferraron a mi cuerpo al milímetro, como si conociera mis puntos débiles.

- Ya vale Princesa, esto no tiene gracia.

"Emmett" como no, el aplicado Principe venia a rescatarme de un error...de un tremendo error.
Se giró lo justo para ver la cara de susto de Isabella, que se cubría con las sabanas a pesar de estar completamente vestida. Quizá un efecto secundario de todas esas "espiaciones" diarias. Sus ojos como platos me dieron que pensar...
Sabia de que se extrañaba y sin embargo me hacia gracia, lo acababa de conseguir.

Isabella me habia encontrado en su vida, me habia incrustado, habia colocado esa brecha en su corazón. Cuando me desprendí de las manos de Emmett me acerqué en un instante. Era su vida o la mia, y yo decidí que seria la mia.


¿Porque?


En el momento en el que sus labios tocaron los mios, sentí mas frio que calor, sentí los celos de Emmett, sentí la debilidad de Edward, sentí las ganas de Isabella y sobretodo sentí vergüenza por mi comportamiento.

Pero sonreí entre medias del beso, por si le cabia alguna duda de que solo estaba jugando.
Cuando me separé me volvi a reir. Urgué con mis manos en su herida y besé a Emmett con ternura, y por si aún le parecía poco admiré con ojos encendidos a Edward. A él con solo un roce me bastó.

Era la protagonista de su vida, a quien jamás olvidaria. Ni Edward marcaría tanto su existencia, nadie la besaria como yo, ninguna mujer posaria su cuerpo junto al de ella, ninguna mujer como yo. Era la primera que tocaba su piel en la oscuridad.

- Sonrie Isabella, Hoy es un gran dia, ahora no eres de Edward, sin querer...eres mia. Tu mente esta conmigo.

Sabia que los demás habian desaprovado esa acción, pero desde luego no la ponia más en peligro de lo que podia estar. Bajaron la cabeza como si nada ocurriera, al igual que un sueño.


Cuando queria salir de ese sueño no hacia más que adentrarme, tenia cuerpo de viaje, debia marcharme inmediatamente de alli. Por casualidad me miré en el espejo y no vi a una princesa. Vi un monstruo, una hembra enfurruñada y maldita. Una inmortal despreciable.


- Podia haber sido peor.


Corrí con tanta rapidez como pude, pero al llegar a casa no me encontraba exausta, aunque me habria gustado mucho. Desearia poder sentir el cansancio y el agotamiento tan profundamente que llegara a quedarme dormida, pero mi cuerpo se negaba a escucharme. Un dia como hoy quise dormirme.

Emmett apareció junto a mi y aspiró mi olor en mi nuca. Yo cerré los ojos mientras una lágrima luchaba por salir de mi ojo, mientras mi soberbia la contraia en pro de ser aún más imperfecta. Quise arrodillarme y disculparme. Pero como todo...no hacía más que soñar y soñar.





Eso ocurrió delante del espejo del salón, mi vida dió un giro de 180 grados, porque en el instante en el que me aparté, un grupo de Rosalies corrian por la estancia despavoridas, asustadas, felices o afligidas.
Cada personalidad se dispersó de mi misma, sin saber quien es real y quien solo es mi imaginación...ni siquiera sabia quien era yo.
Pero mi reflejo contestó. Y por fin lo vi todo transparente, tan claramente expresado que debía de ser casi una pesadilla. Como iba yo a sentir y a hacer todo aquello!

La Princesa del espejo hablaba y parloteaba de todo lo que odiaba a esa muchacha....
Que imposibilidad!
Como puede alguien odiar a esta criatura tan...no se... No!
Esta claro, debí odiarla desde el principio, pero mi mente se negaba, no podia concordar ni mis palabras siquiera, no sabia que decir. Casi no escuchaba a mi reflejo.

No podía ser cierto...
Desde luego que no....

Suspiré y me aparté de allí lo más rapido posible, intentando recobrar la cordura que acaba de perder, que no sabia quien era era yo ni quien del reves!
"Ayudame...Ayudame..." me repetía...


"Disculpa?" quise preguntarle. Como puede afirmar tal aberración!! Amar a esa muchacha que no puede mantenerse en pie ni tres miserables segundos sin que le caiga algo a la cabeza? sin tropezar? sin insultarme con la mirada?

Es una enorme desgracia siquiera que exista.
De tan pura desesperación por no entenderme, partí en dos la mala suerte y rompí el espejo, destrocé con mis manos el cristal haciendo mas daño a mis manos que a mi interior que gritaba en rebeldía, mi reflejo murió.


¿Ahora adivina adivinador, quien es el inspirado y el inspirador?


Y aunque al día siguiente, ella me prometió amor eterno, y aunque fuera solo en sueños...


A grandes rasgos sabia, que mi yo verdadero, estaba encerrado ahi dentro.