domingo, 8 de junio de 2008

Nubes dispersas II

Capítulo 2. Desaire

Se deslizó en el poco espacio que pudo obtener hasta alcanzar el teléfono movil. Su sonrisa delicada continuaba en su rostro, alejando las manos de su amante, cuya desnuda alma, ofrecia sus caricias con elegancia.

- Deja eso, ya volveran a llamar - Emmett sujetaba su pantorrilla con deseo, deslizando sus dedos entre sus piernas.

- Espera un momento, seguro que no es nada. - Ella insistió aunque con disgusto y volvio a soltar sus dedos rápidamente. Los dos rieron cómplices.

- Por eso - Él se avalanzó sobre ella en un rápido movimiento aprisionando entre sus manos el pequeño cuerpo de Rosalie Hale. Ella suspiró acercando sus labios a los de él. - Solo uno - pidió con ojitos tiernos.

- Solo uno - Él acercó su cuerpo más, si cabe, y posó suavemente sus labios en los de su amante.
- Ahora dejame mirar quien es. - Su rostro fue cambiando de expresión poco a poco, su sonrisa fue desapareciendo y sus ojos entornándose. No comprendiendo el comportamiento, Emmett acarició la mejilla de Rosalie con dulzura, esperando una respuesta.

- ¿Es tu factura de telefono? - bromeó - ¿Hay cinco ceros?

La voz de Rosalie parecia salir atropellada, como nunca antes pudo haberlo hecho, su cuerpo permaneció casi inmovil, mientras meditaba una solución...Se sintió como si estuviera en un examen y tuviera el verdadero o el falso en la punta de la lengua, pero en este caso, no habia respuesta correcta. Emmett comenzaba a preocuparse. Alzó sus cuerpos rápidamente para que pudieran permanecer sentados sin apartar la vista de sus brillantes ojos dorados.

- Eh... no es nada, publicidad, ya sabes...

- Has puesto cara de no existir tu color favorito - Rosalie sonrió con dulzura, despúes de todo, siempre conseguia animarla, con ese tono de voz festivo y esa incitación interior a ser feliz.
Un abrazo profundo fundió sus sentidos, aferrándose fuertemente a su cuerpo quiso llorar desconsolada, pero al mismo tiempo tambien poder reir sin preocupación.
- Estoy seguro de que el rosa seguira dominando el mundo de Barbie, pero por favor, no llores... - pidió.

Rosalie dejó el teléfono sobre la mesita de noche y salió fuera del cuarto indignada; mientras, Emmett se quedó observándolo queriendo ver exactamente la razón del enfado de ella. De fondo pudo oir una discusión en el salón: Rosalie gritaba, y Edward, y Bella..., no se imaginaba lo que estaba pasando; decidió dejar de lado el móvil apartando cualquier idea estúpida de su mente y bajar a ver que ocurria.



- ¡¿Pero quien te has creido para meterte en mi vida?!

- ¡¿Que....te has vuelto loca?! - Bella detenía las manos de Rosalie constantemente, aunque solo le daba pequeños golpes. Edward intentaba obstaculizar los movimientos a su hermana, pero no la hacían caso, ninguna de las dos. - Suéltame Rosalie, te haré daño si no me sueltas - No era un imperativo, era una advertencia. Controlar su fuerza era muy complicado, a pesar de que hubiera pasado más de un año, sus instintos seguían a flor de piel.

- Rosalie, Bella!! Estaros quietas! - Ni siquiera Edward, que luchaba por separar las manos de las dos, pudo reaccionar ante esto. Bella, literalmente, se estampó contra el piano haciéndolo añicos. En un instante las uñas de Bella crecieron y de un salto se avalanzó contra su contrincante con una ira indescritible.
Rosalie dió un ligero respingo sorprendida, retrocedió un par de pasos pero enseguida la otra le alcanzó.
La agilidad que había adquirido Bella tras su transformación no tenia comparación a la de Rosalie, sus manos iban mucho más rápido y por supuesto, varias heridas en su rostro asi lo demostraron. Esas uñas eran como diamantes, podían cortarlo todo.


Emmett alzó una ceja al ver tal panorama, dos figuras desdibujadas que estaban apunto de destrozar el salon de mamá: eso era el pecado original. Esme se pondría furiosa. Muy furiosa.
- Olvida a Esme y dile a tu novia que suelte a la mia. - Los dos se miraron algo molestos, Edward con el gesto torcido, se aburría de todo aquello, sintió ganas de meterse también en la pelea, pero eso sólo le acarrearía más problemas y crearía conflicto entre los cuatro. Lo meditó unos segundos mientras su hermano hacia lo propio con las chicas.

- Oye...venga...ya vale. - Emmett se interpuso entre las dos como pudo esquivando varios golpes y arañazos, pero Bella le colocó las uñas sobre la garganta.

- Un centímetro más putita y te mato... - amenzó Rosalie con aires de superioridad. Tanto la una como la otra estaban preparadas para saltar enseguida, al mínimo movimiento una de las dos caería sobre el suelo y perdería.

- Se acabó! - Edward cogió a Rosalie por detras, sujetandola fuertemente, ella se resistía con golpes y arañazos, prácticamente a mordiscos. Emmett bajó despacio la mano de Isabella, con una sonrisa sardónica.

- Lo siento, Emmett...no queria... - Ella hubiera enrojecido de haber podido, sus ojos volvieron a su color normal: dorado claro, olvidando la oscuridad a la que estaba sometida hace tan solo un segundo - Ultimamente tengo un poco de mal caracter.

- Tranqui, otro día si quieres, bueno, nos peleamos, pero no es buen momento. - Los dos rieron bastante más contentos que el novio de ella, quien todavia lidiaba con la joven rubia.
Un golpe seco sonó en la habitación, acompañado de un grito delicado. Emmett se dió la vuelta rápidamente tras darse cuenta de lo que ocurría, se colocó frente a su hermano protegiendo a Rosalie entre sus brazos.
- ¿Tienes ganas de morir o que? - Emmett le empujó con una de sus manos. El otro intentó esquivarle, aunque no acertó llegando a tambalearse.

- Pues que se esté quietecita. - Rosalie se encogía en el cuerpo de su marido intentado acertar a pensar lo que acababa de ocurrir.

- Vuelve a ponerle una mano encima si te atreves.

- Ella fue la que vino aqui agresiva y desquiciada.

- No la toques, Edward, o tendré que olvidar que eres mi hermano.

- Entonces yo tendría que olvidar que ella es mi hermana...que tenga cuidado también. - La conversación se estaba tornando en desaires y malestar. Bella se habia tranquilizado y abrazaba a Edward deteniéndole. Cogió su mano y la besó sin más.
- Por favor... - le susurró al oido - Ya esta bien.

- ... Ed...Edward... - susurró triste.

- Lo siento, Rosalie...estabas un poco nerviosa. - dijo sin vacilar.

- Será mejor que nos vayamos a tomar el aire, eh Rose? venga... - Emmett la acunó entre sus brazos mientras se la llevaba hacia la puerta principal.


* · * · *


Leah se ponía nerviosa. Llevaba como cinco horas esperando una respuesta. Miraba su movil cada cinco minutos, no habia cenado ni siquiera.
Dos ligeros golpes en la puerta hicieron que cambiara de cara instantaneamente.
- Que pasa mama? - Sue entraba con una bandeja llena de comida. En verdad no tenia demasiada hambre, pero si apreciaba un filete con patatas.

- Te traigo la cena, a lo mejor...estabas enfadada por algo y querias contármelo... - Sue dejó la bandeja sobre el escritorio, el lugar donde en teoria, debería estar estudiando Leah. Instintivamente escondió el teléfono bajo la almohada.

- No hay nada que contar, solo tengo un poco de sueño. - Se recostó sobre la cama donde se encontraba, dándole vueltas de nuevo al mensaje que le habia mandado a la vampira. Se habia atrevido a hacerlo.

- Seguro que no quieres cenar?...

- No mamá, no hace falta - contestó con la voz atascada por la almohada.

- Habia preparado un maravilloso pastel de manzana...en fin...tendré que tirarlo. - dijo Sue con ligero sarcasmo llevándose la bandeja de comida.
Ya estaba saliendo por la puerta cuando Leah se levantó como un rayo a su lado.

- NO!! Eso es pecado mama! No se tira la comida. - Con una sonrisa cogió la bandeja y la metió de nuevo en su habitación - Me la comeré.
Sue recibió el beso de su hija con cariño. Cerró la puerta para darle más intimidad y se perdió en la cocina haciendo lo que todas las madres hacen entre esas paredes. Seth la observaba animado zampándose el resto de la tarta.

Pero en su cuarto, Leah era otra persona. Sus ojos lloraban sin ánimo, reian sin ganas, sufrían por todo.
"Quieres contestar?!" pensó.
"Y porque iba a contestarme a un mensaje...sere...imbecil" Le daba golpes a la mesa como si tuviera la culpa, clavó el tenedor en el filete y se lo metió casi entero en la boca. Mientras comia no podía hacer otra cosa, normalmente hablando; pero su situación no era del todo normal.
Sus ojos se cerrarón mientras tragaba y al mismo tiempo retenía las lágrimas de nuevo.
"NO!...Claro que ella no me vencerá"

De pronto un bip-bip, la hizo saltar sobre la almohada de su cama. La apartó con brusquedad tirandola sobre la mesilla de noche, ésta se estampó contra el despertador que cayó sin remedio contra el suelo.
Leah lo observó con una sonrisa enorme y profunda. Saltó de alegria cuando vió el remitente del mensaje: Rubia



"Ers tnta?N m scribs.Ksi mato a Bella x t culp.Xq iba a qrer qdar cntg?M dria asco olert"



Leah muy cabreada pensó rápidamente.
- Has dicho que no te escriba, no que no te pueda llamar... - Le dió a la tecla verde y esperó el tono...seguramente no se lo cogeria a la primera, pero pensaba pasarse la noche asi.


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- Vaya rubia, sabes darle a la tecla de responder.

- Niña, cuelga ahora mismo - Desde el otro lado, Rosalie susurraba evitando que se dieran cuenta de con quien estaba hablando. - No quiero hablar contigo, el mensaje era muy claro por si no lo entendiste.

- Mira zorrita, voy a esperar junto a tu puerta si es necesario, y oleras mi asqueroso aroma a distancia.

Rosalie no respondió, quizá meditaba la respuesta. La otra calló esperando.

- Pues tendré que soportarte a distancia. - Colgó sin esperar respuesta ninguna provocando el enfado de Leah
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Volvió a llamarle repetidas veces, pero esta vez nadie contestó. Pasaron varias horas hasta que el mensaje de "Esta apagado o fuera de cobertura" se introdujo en su oido. Apunto estuvo de golpear el teléfono, tirarlo contra la pared y destrozarlo llena de ira, pero lo pensó mejor, despúes de todo, el no tenia la culpa de nada.

- Ésta cae...

miércoles, 4 de junio de 2008

Beso Agridulce

Estaba segura de que habia hecho lo correcto, pero aún asi se sintió desfallecer en esos segundos. Un principio de nauseas le revolvió el estómago, aquello le producian sentimientos contrarios: queria reir y llorar todo al mismo tiempo, saltar de alegria y desfallecer, esconderse...Para Bella habia llegado el momento de comprender en términos reales su decisión.

Sus ojos se cerraron fuertemente en un excusa del dolor que le destrozaba por dentro; casi no recordaba el momento en el que por primera vez lo sintió: una punzada como de cristales incrustados en sus venas, un escalofrio lleno de un sudor, notar como su sangre fluia despacio fuera de su cuerpo casi placenteramente, podía sentir el lugar exacto por donde se encontraba ese tumulto áspero y jugoso. Y sobretodo ese olor tan penetrante en su pituitaria. Mareada quiso susurrar su nombre...pero le fallaban las fuerzas incluso para mantenerse despierta.

Los últimos segundos de su vida y los primeros de un futuro cercano; pero parecía tan lejos como el infierno. Una espesura ardiente en su piel y un cuenco de hielo sobre su frente, creia delirar, era fiebre, era todo mal...A pesar de tener la vista apartada de cualquier punto en concreto, su imaginación hacia el resto. Un miserable punto en la pared podría transformarse en el peor enemigo de su cerebro, un monstruo sobresalia de sus ojos, un llanto eterno que no deseaba que continuara más. Quiso morir.

Necesitaba encontrar su garganta para poder gritar, sus manos para tocar el principio y el fin de aquella sentencia, separar su cuerpo de su alma, acabar cuanto antes. Quiso morir.

Su cuerpo pedía auxilio sin necesidad, sus músculos se contraían y se enderezaban con demasiada fuerza. Estaba sufriendo un colpaso nervioso, la tensión de su mente era mayor que la de ella misma pudiera soportar, aquello pretendía ser el fin de todo. Quiso morir.

Tres. Tres fueron las veces que se dijo a si misma "Bella aguanta" y tres las que su estado mental fallaba y se desmoronaba en las esquinas de su imaginación. Cuatro, los que pidió ayuda a voz en grito. Cinco, los minutos que le costó volver a "vivir". Seis fueron las veces que gritó su nombre entre los sueños y el indeseable terror.

Él no pudo aguantarlo. El olor, las ganas, el deseo...sus sentimientos se mezclaban con su hambre, su sed. Su agonía se prolongaba a medida que ella se retorcía entre las sabanas.
Con prisa salió de alli en cuanto pudo, con el gesto triste y cansado. Sus pies le dirigieron al salón, donde sus hermanos y su madre sentados, esperaban una respuesta.

- No hace más que gritar - Rosalie se levantó del sofa y cruzó los brazos algo enfadada con intenciones de marcharse - Es escalofriante...

Ignorando a su hermana, Edward se sentó junto a Esme, quien le abrazó con la ternura de una madre,
- Carlisle no cree que debamos sedarla...pero lo necesita, esta sufriendo demasiado...

- Yo tampoco lo creo

- Cállate Rose, esta conversación no es contigo - Esme les miró con recelo, esperando que acabaran de discutir, cogió de la mano a Edward y la acarició para tranquilizarle.

- No quiero callarme. Parece que todo tiene que ser por ella. - gritó - A ella la sedamos, a ella se lo damos, a ella se lo entregamos... No soy su esclava.

- Calmate hermanita - dijo Alice acercándose a ella, Rose la esquivó delicadamente apartando su mano de su hombro.

- Porque? - Ella miró de un lado a otro esperando que alguien la apoyara, sus ojos se iban posando poco a poco en cada uno de los miembros de su familia - Esque no lo entendeis...si la sedamos no sabrá lo que es el dolor de esto, lo hará con todo el mundo.

Emmett se rió y la atrajó hacia si sentándola sobre sus rodillas.
- No seas teatrera nena, nadie va a hacer nada de eso. - Un beso en la mejilla acabó con la conversación, ella no pudo evitar sonreir.

Esme abrazó a Edward con cariño, acariciando su rostro con dulzura.
- Ya queda poco.


. . .


Abrió los ojos de nuevo parpadeando varias veces, como si estuviese en duda de que seguía viva. Oyó un leve susurro y suspiró con una sonrisa: Por fin, habia acabado todo.

- Bienvenida.

- Edward! - Saltó a abrazarle tan rápido como pudieron sus brazos y sus piernas reaccionar. Por primera vez no sintió su piel helada bajo su tacto de fuego aparente.
El mundo se movía diferente, a una velocidad que no conocía. Los colores nunca eran iguales, ni los olores; todo parecía haber cambiado.
Lo que antes le parecía una casa silenciosa y tranquila, ahora estaba llena de sonidos desconocidos.

- Te acostumbraras muy pronto.

- Esto es...

- Diferente?

- Especial. - Sus piel no se tornó rosada como normalmente hubiera ocurrido al mirarle de esa manera tan tierna. Sintió un poco de miedo de si misma, como una nube de ligera vergüenza, sin embargo, por primera vez en su vida, se sintió orgullosa.