miércoles, 4 de junio de 2008

Beso Agridulce

Estaba segura de que habia hecho lo correcto, pero aún asi se sintió desfallecer en esos segundos. Un principio de nauseas le revolvió el estómago, aquello le producian sentimientos contrarios: queria reir y llorar todo al mismo tiempo, saltar de alegria y desfallecer, esconderse...Para Bella habia llegado el momento de comprender en términos reales su decisión.

Sus ojos se cerraron fuertemente en un excusa del dolor que le destrozaba por dentro; casi no recordaba el momento en el que por primera vez lo sintió: una punzada como de cristales incrustados en sus venas, un escalofrio lleno de un sudor, notar como su sangre fluia despacio fuera de su cuerpo casi placenteramente, podía sentir el lugar exacto por donde se encontraba ese tumulto áspero y jugoso. Y sobretodo ese olor tan penetrante en su pituitaria. Mareada quiso susurrar su nombre...pero le fallaban las fuerzas incluso para mantenerse despierta.

Los últimos segundos de su vida y los primeros de un futuro cercano; pero parecía tan lejos como el infierno. Una espesura ardiente en su piel y un cuenco de hielo sobre su frente, creia delirar, era fiebre, era todo mal...A pesar de tener la vista apartada de cualquier punto en concreto, su imaginación hacia el resto. Un miserable punto en la pared podría transformarse en el peor enemigo de su cerebro, un monstruo sobresalia de sus ojos, un llanto eterno que no deseaba que continuara más. Quiso morir.

Necesitaba encontrar su garganta para poder gritar, sus manos para tocar el principio y el fin de aquella sentencia, separar su cuerpo de su alma, acabar cuanto antes. Quiso morir.

Su cuerpo pedía auxilio sin necesidad, sus músculos se contraían y se enderezaban con demasiada fuerza. Estaba sufriendo un colpaso nervioso, la tensión de su mente era mayor que la de ella misma pudiera soportar, aquello pretendía ser el fin de todo. Quiso morir.

Tres. Tres fueron las veces que se dijo a si misma "Bella aguanta" y tres las que su estado mental fallaba y se desmoronaba en las esquinas de su imaginación. Cuatro, los que pidió ayuda a voz en grito. Cinco, los minutos que le costó volver a "vivir". Seis fueron las veces que gritó su nombre entre los sueños y el indeseable terror.

Él no pudo aguantarlo. El olor, las ganas, el deseo...sus sentimientos se mezclaban con su hambre, su sed. Su agonía se prolongaba a medida que ella se retorcía entre las sabanas.
Con prisa salió de alli en cuanto pudo, con el gesto triste y cansado. Sus pies le dirigieron al salón, donde sus hermanos y su madre sentados, esperaban una respuesta.

- No hace más que gritar - Rosalie se levantó del sofa y cruzó los brazos algo enfadada con intenciones de marcharse - Es escalofriante...

Ignorando a su hermana, Edward se sentó junto a Esme, quien le abrazó con la ternura de una madre,
- Carlisle no cree que debamos sedarla...pero lo necesita, esta sufriendo demasiado...

- Yo tampoco lo creo

- Cállate Rose, esta conversación no es contigo - Esme les miró con recelo, esperando que acabaran de discutir, cogió de la mano a Edward y la acarició para tranquilizarle.

- No quiero callarme. Parece que todo tiene que ser por ella. - gritó - A ella la sedamos, a ella se lo damos, a ella se lo entregamos... No soy su esclava.

- Calmate hermanita - dijo Alice acercándose a ella, Rose la esquivó delicadamente apartando su mano de su hombro.

- Porque? - Ella miró de un lado a otro esperando que alguien la apoyara, sus ojos se iban posando poco a poco en cada uno de los miembros de su familia - Esque no lo entendeis...si la sedamos no sabrá lo que es el dolor de esto, lo hará con todo el mundo.

Emmett se rió y la atrajó hacia si sentándola sobre sus rodillas.
- No seas teatrera nena, nadie va a hacer nada de eso. - Un beso en la mejilla acabó con la conversación, ella no pudo evitar sonreir.

Esme abrazó a Edward con cariño, acariciando su rostro con dulzura.
- Ya queda poco.


. . .


Abrió los ojos de nuevo parpadeando varias veces, como si estuviese en duda de que seguía viva. Oyó un leve susurro y suspiró con una sonrisa: Por fin, habia acabado todo.

- Bienvenida.

- Edward! - Saltó a abrazarle tan rápido como pudieron sus brazos y sus piernas reaccionar. Por primera vez no sintió su piel helada bajo su tacto de fuego aparente.
El mundo se movía diferente, a una velocidad que no conocía. Los colores nunca eran iguales, ni los olores; todo parecía haber cambiado.
Lo que antes le parecía una casa silenciosa y tranquila, ahora estaba llena de sonidos desconocidos.

- Te acostumbraras muy pronto.

- Esto es...

- Diferente?

- Especial. - Sus piel no se tornó rosada como normalmente hubiera ocurrido al mirarle de esa manera tan tierna. Sintió un poco de miedo de si misma, como una nube de ligera vergüenza, sin embargo, por primera vez en su vida, se sintió orgullosa.